Cuando uno no cree en divinidades ni justicias finales, y no encuentra en su experiencia interior el consuelo de la esperanza o un dios al que suplicar, la desolación puede llegar a ser total y el vértigo resultar insoportable. Sin dioses, sin esperanza, sin justicia, solo nos queda la suerte. Sin embargo, lejos de dejar que esta visión pudiera arrastrarnos a una ruina moral o anímica, o sumirnos en una resignación ataráxica, Bataille –partiendo de Nietzsche- nos enseña que es posible afrontar esta trágica realidad con voluntad, con pasión, con rabia quizás, pero con determinación, sin lamentaciones, con una actitud afirmativa y afirmadora de la vida; esto es la VOLUNTAD DE SUERTE.
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